En contadas ocasiones el paisaje se materializa con elementos exclusivamente inertes y, en general, en la configuración de muchos paisajes la vegetación es un elemento visual decisivo. Esa vegetación es la principal responsable del carácter dinámico del paisaje gracias a sus cambios estacionales y al propio crecimiento que las plantas, como seres vivos, tienen.
Este tema, que abordamos en todos los números de paisea en nuestra conocida 'sección verde', nos importa especialmente y sabemos que preocupa también a nuestros lectores, por lo que, en esta ocasión, hemos querido llegar más lejos y dedicar todo un monográfico al elemento vegetal, intentando contribuir a un mejor entendimiento tanto de la vegetación como de las variadas posibilidades que nos ofrece a la hora de realizar una intervención en el paisaje.
Por otra parte queremos señalar que, lejos del asilvestramiento que podría sugerir el tema propuesto, reconocemos el innegable carácter antrópico de prácticamente cualquier paisaje, incluso en zonas naturales aparentemente alejadas de cualquier intervención, ya que de algún modo se puede haber influido en la composición de la masa vegetal. Esa antropización ha conseguido en muchas ocasiones crear nuevos valores en los paisajes (creando, por ejemplo, hermosos mosaicos agrícolas). Sin embargo, desgraciadamente, también existen ejemplos en los que 'el verde' es una mera excusa que intenta pacificar algunas desafortunadas intervenciones, que no responden a ningún criterio ecológico o botánico y que no tienen ninguna intención de crear sistemas funcionales.
En este número os mostramos diferentes proyectos en los que la vegetación juega un papel fundamental. Cada intervención entiende y utiliza el elemento vegetal de diferente manera. Aparecen proyectos que crean auténticos sistemas vegetales como la renaturalización del río Seymaz de Ar-ter, el diseño de un sistema vivo en el Parc de la Feyssine de Ilex o la original intervención llevada a cabo por el Estudio de Noel Harding en Canadá; otros son más formales, seleccionando y tratando la vegetación de manera sensata y coherente, como en los casos de la Plaza del Desierto en Barcelona, el parque urbano de Issoudun o el Jardín Botánico de Cranbourne. Mostramos también otros proyectos igualmente interesantes entre los que podríamos destacar la intervención en el Dyck Castle, por ser un ejemplo muy diferente que nos sirve para comprender el fuerte dinamismo que la vegetación puede producir en el paisaje ya que, con una sola especie vegetal, se consiguen cambios constantes de color y volumen, además de ser una especie altamente rentable para la producción de bioenergía.
Paisea Revista